Me he dado cuenta de que uno de mis personajes tiene nombre de escritor de novela homoerótica jajajaja... Os juro que fue el otro día cuando me di cuenta de que el nombre y el apellido de Ryan y el del escritor coincidían jajajajaja. Supongo que son cosas que pasan. De momento lo dejo igual y no tengo intención de cambiarlo ;)
Y ahora vamos a lo bueno...
Aquí tenéis un nuevo capítulo de "Fieles Adicciones".
¿Encontrará Kyle a Ryan?
¿Qué pasará si le encuentra?
Preguntas que se contestan en esta actualización.
Espero que os guste,
Besos
EmiRose
Nota aclaratoria: Acordaros que es un borrador, que se volverá a revisar cuando se publique la novela completa.
ADVERTENCIA: En esta novela aparecen escenas sexuales explícitas H/H. El libro es SOLO para adultos. Puede vulnerar la sensibilidad de algunos lectores. Los que no estén dentro de estas normas, abstenerse de seguir leyendo. Gracias.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Kyle tiene muchas adicciones, y alguna de ellas son los hombres. ¿Conseguirá tenerlas todas o se atragantará por el camino? Su vida y su pasado podrían impedírselo, pero tal vez tener una vida llena de ellas sea posible, sobretodo si son esas fieles adicciones quienes pueden curar su alma.
Si te apetece también lo puedes leer en:
CAPITULO 25. EN SUS MANOS
Al final he conseguido escaquearme de
la policía que me estaba vigilando. Incluso Anne me ha ayudado un poco. He
cogido el coche del centro y ahora ya estoy esperando en el parque. Es muy
grande, pero seguro que ellos me localizarán porque he decidido sentarme en un
banco delante del río y estar bien a la vista. Que me puedan ver de lejos y que
vean que no hay nadie conmigo. Estoy resignado a que mi destino sea la muerte o
peor, pero todo sea por salvar a Ryan. Quiero que el chico sea feliz. Así que
antes de irme le he escrito una carta por si sale todo mal. La he dejado encima
de su cama. Si no vuelvo, quiero que él recuerde que tiene una vida por delante
y que yo, donde quiera que esté, le ayudaré. Estoy siendo muy pesimista pero
creo que me puedo hacer una idea de lo que me va a pasar. También les he dejado
una carta a Evan y a Sam. La tiene Anne, y tiene instrucciones para dársela en
caso de que me pase algo. Solo le he pedido que espere unos días, por si ocurre
algún milagro y logro salvarme también, aunque lo dudo mucho.
Veo que alguien se dirige hacia mí directamente. No es Johnson. Igualmente creo que él está bien escondido porque
no va a arriesgarse a que lo atrapen.
El hombre se para delante de mí, y me
hace un gesto con la mano para que me levante. Cuando estoy de pie, me señala
con un dedo a la izquierda. Así que comienzo a andar hacia allí. Llego hasta
una parada de perritos calientes, y allí la mujer que está detrás me dice que
tengo que ir hasta el final del puente. Me dirijo hacia allí, y veo otro
hombre, también vestido de negro, esperando apoyado en la baranda. Al llegar
allí, le espeto.
— ¿Dónde está Ryan?
— ¿Dónde está la policía? —me dice de
vuelta.
— He venido solo, me he asegurado —le
contesto.
— Bien. Caminemos —me responde y nos
vamos hacia el lado del río.
Vamos caminando bastante rápido y en
silencio. No sé si debo romper ese silencio y volver a preguntar por Ryan. Temo
que si pregunto, le hagan daño.
Al llegar al final del sendero, hay un
cuatro por cuatro aparcado con el motor encendido. Se abre una puerta, y veo la
silueta de Johnson en el asiento de atrás. Subo sin decir nada más. Él hace un
gesto al conductor para que empiece la marcha, sea donde sea que vayamos.
— Estoy cabreado, muy cabreado Denny
—me dice mirándome.
— ¿Dónde está Ryan? —le pregunto sin
dejarme intimidar.
— Si te portas bien, tal vez te lo
diga —me dice con lascivia en su mirada.
— Cuando Ryan esté a salvo, lo que quieras.
Mientras tanto no —le digo sin que me tiemble la voz.
— No estás en condiciones de pedir
nada —me dice cogiéndome la barbilla con fuerza, pero yo me aparto de golpe—.
Vaya, te ha salido carácter. Me gustaba más cuando eras un sumiso perfecto.
No le contesto, y dejo mis
pensamientos volar. Nunca he sido religioso pero en ese momento me doy cuenta
que estoy rezando para que todo salga bien, y Ryan desaparezca de sus sucias
manos.
— Tenemos un largo camino, así que
relájate —me dice Johnson poniéndome su mano encima de mi pierna.
Me echo para atrás, y quiero hacerme
el dormido, tal vez así consiga no pensar en ese tocamiento asqueroso y no
deseado. Solo tengo que llegar hasta Ryan y después, que pase lo que tenga que
pasar.
Llevamos bastante rato y creo que a
pesar de que no me he quedado dormido, mi mente ha estado en el limbo. Lo único
que agradezco es que Johnson ha quitado su mano de encima de mí, y que no ha
habido ninguna charla. Para el coche y me instruye para que salga del
coche. Miro a mi alrededor, y está totalmente oscuro. Vamos caminando por un
camino pequeño lleno de matorrales, hasta encontrarnos una pequeña cabaña de
madera, donde hay una pequeña luz en el porche. Puedo comprobar que está muy
escondida, pero que alrededor hay bastantes hombres armados. Me hace entrar en
la estancia. Y allí lo veo.
— ¡Papá! —grita Ryan mientras intenta
acercarme a mí, pero no puede porque está sentado con las manos atadas por
detrás.
— Desátalo —le digo a Johnson.
— Ya te he dicho que no estás en
posición de exigir nada, pero te voy a hacer un pequeño favor y voy a desatar
al niño —me dice con una sonrisa en la cara y poniéndose serio, añade—. Pero si
el chaval o tú intentáis algo, mis hombres os callarán la boca a los dos para
siempre.
Johnson hace un gesto a uno de sus
hombres para que desaten al chico, y en cuanto está libre, corre hacia mí, a
darme un abrazo. Pero se ve interrumpido cuando una voz sarcástica dice.
— Nunca pensé que te vería dando un
abrazo y que no hubiera dinero de por medio —dice Johnson.
— ¡Vete a la mierda! —le grita Ryan
separándose de mí y yendo hacia él, pero es interceptado por uno de sus hombres
y le da un puñetazo en la cara que hace que se tambalee hacia atrás.
— ¡Ya! —le grito al hombre y dirigiéndome
a Johnson—. Le quiero fuera de aquí. Me querías a mí, y ya me tienes. Ahora,
suéltalo.
— Esto no funciona así. Lo deberías
saber —me dice Johnson tranquilamente—. Si tú colaboras, yo suelto al chico,
pero antes tengo que asegurarme de algunas cosas. Tienes dos minutos con él, y
luego nos vamos.
Y con esas, da la vuelta y sale de la
cabaña. Me acerco a Ryan.
— ¿Estás bien?
— Papá, tenemos que escapar. Esta
gente está loca —me dice Ryan y puedo ver cuán asustado está.
— Tranquilo Ryan. ¿Te han hecho daño?
— Me pegaron un poco cuando no quería
irme con ellos, pero estoy bien —me dice encogiéndose de hombros.
No ha pasado ni siquiera un minuto
cuando Johnson vuelve a entrar seguido de dos de sus hombres. Puedo ver que uno
de ellos es uno de los que me violaron y me apuñalaron antes de mi actual vida, y mi cuerpo se
estremece con un malestar infinito, pero ahora no puedo hacer nada. Me mira y
se chupa el dedo, se acerca a mí y al oído, me dice:
— Tú y yo lo vamos a pasar otra vez
muy bien.
Entonces se aleja en dirección a Ryan,
lo que me hace poner en alerta, pero solo le ata las manos detrás. No puedo
entender porque a mí no me las han atado, pero supongo que es porque creen que
no intentaré escapar.
Entonces nos instan a salir de la
cabaña y meternos en el coche. A Ryan y a mí, nos montan detrás, y Johnson se
pone entremedio de los dos. Eso me supone un problema, porque quería que Ryan
estuviera a mi lado para tranquilizarle. Johnson da instrucciones para irnos y
me doy cuenta que estamos en medio de una arboleda, hasta que salimos a la
carretera. Todo está muy oscuro y no hay siquiera una luz para que pueda
averiguar dónde estamos. Todos los que estamos en el coche permanecemos en
silencio. Me doy cuenta de que Johnson lleva un arma colocada en su cintura.
Antes creo que no la llevaba. Entonces tal vez prevea que haya problemas. O
vamos a una zona que puede haber policías. Pero todo son suposiciones mías. No
tengo nada claro.
— ¿Dónde nos llevas? —pregunto.
— No te interesa —me contesta sin
mirarme.
— Te he dicho que quiero a Ryan fuera
de esta historia —le digo más tranquilo.
— Y yo te he dicho que no estás en
posición de exigir nada —me contesta ahora sí mirándome.
— Quiero a Ryan fuera de vuestra vista
lo antes posible, ¿queda claro? —le digo mirándole fijamente y enfadado.
— Yo lo dejo fuera, pero tú te quedas
y veremos para lo que nos puedes servir, ¿estamos? —dice Johnson aunque me ha
parecido que quería discutir.
Cuando llegamos a una zona de
servicio, aparcan el coche. Nos hacen salir y todo está realmente oscuro. Allí,
dos hombres se acercan a Ryan y le sueltan las manos. Y entonces, empiezan a
darle de puñetazos.
— ¡Parad, parad! —me meto en medio y
recibo también, pero no me puedo estar quieto y también empiezo a devolver los
golpes. Ni siquiera miro a quien golpeo.
Me pongo al lado del chico y le
susurro que cuando empiecen a golpear otra vez, él se vaya. Me lo niega con la cabeza
pero le susurro que es la única manera y parece que entiende.
Veo que Ryan se está volviendo a
defender porque los hombres han vuelto a la carga y está todo ensangrentado. En
cuanto veo que la pelea se ralentiza un poco, solo me sale una palabra.
— ¡Corre! —viendo como Ryan se me
queda mirando y no hace nada mientras los otros se limpian la cara, digo más alto— ¡Ya! ¡Ya! ¡Corre y no mires atrás!
Y entonces, Ryan empieza a correr y
correr. Es rápido. Las calles le enseñaron a serlo. En vez de ir por la
carretera, se mete en medio del bosque y aunque sé que hay peligro, sé que lo
hay más allí en la calzada, al alcance de esos hijos de puta.
Yo me quedo casi sin respiración por
la paliza que me están dando, y por lo aliviado que estoy al ver a Ryan
desaparecer entre los árboles. Me agacho y apoyo mis manos en mis rodillas.
Entonces una mano golpea mi espalda fuertemente y me derrumba en el suelo. Y
entonces solo siento pies que caen
encima de mis costillas, de mis piernas e incluso en mi cara. Y mi
desmayo es inminente.
Cuando despierto, estoy encima de una
cama. Estoy vestido y noto como mi camisa está pegada a mi cuerpo por la
sangre. Me duele todo el cuerpo e intento levantarme pero el dolor hace que me
caiga otra vez para atrás. Después de un rato, y muy a poco, logro sentarme en
la cama. Miro alrededor y me doy cuenta de que es de día porque entra luz por
una pequeña ventana. Me fijo en que hay un pequeño lavabo para poder
asearme. Con mucho cuidado me levanto y me llego hasta allí con mucho esfuerzo.
Abro el grifo y me lavo la cara, las manos. Tendría que quitarme la camisa pero
no me atrevo a mirar.
Creo que han oído que me he levantado
porque oigo voces que se acercan cada vez más. Se abre la puerta y allí,
aparece el maldito Johnson.
— Veo que por fin despiertas —me dice
lanzándome una botella de agua.
Por el lanzamiento, me duelen más las
costillas. Compruebo que la botella de agua esté completamente cerrada y solo
cuando me doy cuenta de que es así, bebo un trago largo, donde mi garganta le
da la bienvenida.
— Descansarás otro día más y luego nos
marcharemos —me informa Johnson.
— ¿Dónde estamos? —le pregunto
comprobando que incluso hablar me provoca dolor.
— No te importa. Ten —me dice y me
acerca un par de pastillas, que marcadas pone paracetamol.
La verdad es que me da igual si no lo
es. Solo sé que necesito algo para soportar ese dolor que tengo en el cuerpo.
Así que me las tomo con ayuda del agua que me queda.
— Hazte la idea de que eres mío a
partir de ahora, así que cuando mañana nos marchemos, prepárate para lo que
venga —me dice enfadado—. Y ni se te ocurra pensar en escapar, porque la muerte sería lo menos que tengo pensado para ti.
Y dicho esto, se marcha por donde ha
venido cerrando la puerta detrás de él. Yo me quedo allí, parado. Sé que lo que
tiene que pasarme va a ser horrible, pero tengo la gran esperanza de que Ryan
haya conseguido escapar. Me resigno y me vuelvo a la cama de nuevo. Tal vez si
consigo dormir, deje de pensar.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero sé
que me han traído varias veces comida. Algunas veces he podido comer, y otras
no. Me he podido ver el cuerpo y está muy amoratado. Todo. Las piernas, los
brazos, el torso. No quiero ni pensar cómo debe estar mi cara. Ahora estoy en
una bañera porque me han llevado hasta un cuarto de baño más grande y me han
dicho que me tenía que asear. Me pongo en los peores de los casos. Me estoy
secando cuando noto unas manos que me ayudan, ya que mi esfuerzo es bastante
notable. Me tenso, pero no digo nada. Veo de reojo que es Johnson. Por ahora es
mejor permanecer callado porque me puedo ganar otra paliza y mi cuerpo ya no lo
resistiría. Cuando estoy completamente seco, Johnson me guía hasta una silla
que hay en la estancia, mientras él se sienta detrás de mí y empieza a
peinarme. Estoy horrorizado y aliviado porque se siente bien que alguien me
cuide con todo ese daño, pero sé que no tendría que pensar eso ya que es mi
secuestrador y a la persona que más odio con toda mi alma.
— Me gusta peinarte —me dice Johnson y
viendo que yo no digo nada, prosigue—. Algunos de mis socios quieren venderte,
pero yo les quiero convencer para que te quedes conmigo. ¿No vas a hacer
ninguna tontería, no?
Digo que no con la cabeza. Quiero que
siga hablando para enterarme de lo que va a pasar conmigo.
— Ahora te voy a arreglar y vas a
salir ahí. Vas a seguir mis órdenes, todas. ¿Estamos? —me dice con su boca en
mi oído.
No digo nada porque puede hacerme u
ordenarme cualquier cosa y no creo que pueda seguir según qué órdenes. No
ahora. Siento un golpe en la cabeza.
— Contéstame —me dice dejando el peine
y poniéndose delante de mí.
Yo consigo mirar hacia arriba con
dificultad, y asiento con la cabeza. Le voy a seguir la corriente. Luego ya
veremos. Entonces se acerca a un armario, y al abrirlo veo diversos aparatos
que se utilizan en el sado. Me estremezco porque ahora ya no estoy en esa vida.
Y aunque estuviera, no me gusta que él me fuerce a hacer nada. Cuando llega a
mí de nuevo, me pone una bola mordaza en la boca y aprieta el cierre por
detrás. Luego me pone un antifaz por el que puedo ver. Entonces, con cuidado,
me pone las manos detrás en la espalda y me abrocha unas esposas alrededor de
la muñeca. Luego encima me pone una capa negra que cubre mi cuerpo, pero está
abierto por delante. Así me da un pequeño empujón para que ande en dirección
fuera del cuarto de baño donde estamos.
Entramos en una sala donde hay un sofá
a la izquierda y otro a la derecha. No hay nadie todavía. Me coloca en medio de
los dos, y me dice en voz baja al oído.
— Empieza el espectáculo —y se va de
allí, dejándome solo en medio de la sala.
Entonces una luz cegadora ilumina toda
la estancia. Empiezan a entrar hombres y ocupan los sofás. Puedo contar seis.
Mi respiración se vuelve frenética por pensar en lo que está a punto de pasar.
Entonces una voz profunda y distorsionada que sale del techo anuncia.
“Denny, treinta años. Blanco de ojos
color avellana. Sum desde hace años. Hará lo que quieras y como lo quieras. Su
precio de salida es de un millón de dólares”.
No puedo creerlo. Me están vendiendo
en una subasta. No quiero desfallecer y quiero permanecer quieto por cualquier
cosa que pueda hacer para poder escapar de allí. Entonces mis pensamientos se
ven interrumpidos.
— Un millón cien mil.
— Un millón doscientos mil.
— Un millón y medio.
— ¿Podemos ver su cara?
— No
— ¿Por qué está amoratado? ¿Es
propenso a que le salgan verdugones?
— Los verdugones son un castigo. No es
propenso.
— Antes de subir más, quiero verlo en
acción.
Las diferentes voces me llegan pero
casi bien soy incapaz de averiguar cuál pertenece a cuál. Ahora Johnson viene
hacia mí, pero también va con la cara tapada aunque es fácil adivinar que es
él. Entonces de un manotazo, abre la capa para que todos aquellos hombres miren
mis atributos, y aunque supongo que ellos querrían que yo estuviera erecto, me
es imposible.
— Arrodíllate —me ordena Johnson.
Con su ayuda, logro ponerme como dice,
con la cabeza hacia abajo como un buen sum haría. Me coloca para adelante,
dejando que mis hombros toquen el suelo. Me levanta la capa por detrás y me
abre las piernas. Mi culo está totalmente expuesto. Ahora no puedo ver, pero
oigo las diferentes pisadas como están pasando por detrás de mí para poder
observar. Mi corazón se llena de humillación pero no puedo hacer nada.
— Dos millones.
— Dos millones y medio.
— Tres millones.
— Ofrezco cinco millones si me dejas
probar la mercancía.
— No. La mercancía es mía hasta que el
pago se efectúe.
Entonces siento como una caricia pasa
por mi espalda. La postura en la que estoy apenas me deja mover, así que espero
que pase lo peor. Oigo como una cremallera se va abriendo, y otra vez está
pasando. Mi captor me está violando.
He dejado de pensar. Dejo totalmente
en blanco mi mente hasta que consigo pensar en mis fieles adicciones. En los
ojos verdes y tristes de Evan que han conseguido sonreír un poco al haber
encontrado a su hijo. En Sam, mi duro y cariñoso policía, que estaría siempre a
mi lado, y como no, en Nate, que ha dado su vida por mí. Ni siquiera me inmuto
cuando todo acaba. Johnson me está colocando de pie. Y oigo una frase final.
— Vendido por siete millones de
dólares.
Y entonces, y aunque la mordaza no me
lo permite mucho, me echo a reír. Nunca pensé que pudiera valer tanto. Si mi
comprador piensa que se lleva algo bueno, se va a quedar con un par de narices
cuando lo mate con mis propias manos, porque ahora ya no me importa nada de lo
que me pueda pasar. El odio se ha adueñado de mi alma.
CONTINUARÁ...
¡NOS VEMOS PRONTO, MIS LECTORES!
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