Como es final de mes, y hemos empezado el veranito, os dejo una actualización de "Fieles Adicciones". Puedo decir que antes de "cerrar" por vacaciones, podré hacer entre 2 y 3 actualizaciones más. Todo depende del tiempo que tenga, ya que este mes de julio, lo preveo bastante ocupado, jejejeje
Besos
EmiRose.
Nota aclaratoria: Acordaros que es un borrador, que se volverá a revisar cuando se publique la novela completa.
ADVERTENCIA: En esta novela aparecen escenas sexuales explícitas H/H. El libro es SOLO para adultos. Puede vulnerar la sensibilidad de algunos lectores. Los que no estén dentro de estas normas, abstenerse de seguir leyendo. Gracias.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Kyle tiene muchas adicciones, y alguna de ellas son los hombres. ¿Conseguirá tenerlas todas o se atragantará por el camino? Su vida y su pasado podrían impedírselo, pero tal vez tener una vida llena de ellas sea posible, sobretodo si son esas fieles adicciones quienes pueden curar su alma.
Si te apetece también lo puedes leer en:
CAPÍTULO 26. ROTO
Hace horas que me vendieron pero luego
de mi subasta, me llevaron de vuelta a mi habitación y allí he permanecido
esperando a que me vinieran a buscar. Ni siquiera he visto a Johnson. Pero
parece que lo invoco con el pensamiento porque en ese momento aparece en la
puerta.
— Vamos —me dice mientras aguanta la
puerta para que yo salga.
Cuando estoy fuera, le sigo adonde
quiera que me lleve. Todavía estoy débil para intentar escapar pero eso no
significa que no lo tenga en mente.
— Te vas a alojar en mi habitación —me
comunica mientras abre otra estancia muchísimo más cómoda de donde estaba yo—.
De momento, vivirás aquí. Mis hombres se encargarán de traerte comida. Allí
tienes el baño. Buenas noches.
Y así, sin ninguna explicación más, me
deja allí.
No me voy a quejar. Estaré más cómodo
y por lo que he entendido, no lo voy a ver. Poco a poco.
No pasa mucho rato, hasta que aparece
uno de sus hombres con una bandeja
trayéndome la cena. Voy a intentar entablar conversación a ver si puedo
averiguar algo de lo que está pasando, o de donde estoy. Solo algo.
— ¿Dónde está Johnson?
— No te importa. Cuando acabes,
volveré a por la bandeja —me dice saliendo de la estancia.
Miro por toda la habitación, y veo que
hay instalada una pequeña cámara en la esquina. Creo que es mejor que piensen
que no me he dado cuenta. No tengo mucha hambre pero es mejor que coma. Tengo
que recuperar fuerzas para poder centrarme en cómo salir de ahí.
Cuando estoy ya en la cama, y puedo
ver a través de la ventana que realmente ha caído la noche profunda, entra
Johnson en la estancia. Me hago el dormido. Oigo como se quita la ropa y todo
desnudo se mete en la cama conmigo. Estoy de lado, lo que facilita que él se
ponga detrás de mí en cucharita pegado a mi cuerpo, y me ponga el brazo por
encima abrazándome. Me da repulsión y ganas de vomitar y me obligo a pensar tan
solo en la palabra “escape”. Cuando estoy a punto de caer dormido, oigo un susurro.
— Tranquilo. Esta noche no va a pasar
nada.
Y así Johnson se queda dormido y yo
desvelado porque realmente no quiero saber lo que el mañana me va a traer.
Me estoy despertando y siento una mano
en mi polla. Intento apartarla pero el agarre que tiene Johnson de mí es
realmente fuerte.
— Estate quieto —me dice.
Pero no le hago caso. Quiero que me
suelte. Entonces me gira de golpe y me mete algo en la boca. Intento escupirlo,
pero Johnson me tapa la boca. Viendo que todavía pongo más resistencia, me
suelta. Se levanta y abre la puerta gritando a sus hombres que entren. Entonces
uno me agarra los brazos. Johnson me coloca la cabeza hacia atrás y me pone
otra vez la pastilla en la boca, y me empieza a echar agua. Tengo que tragar
porque si no me ahogaré. Me doy cuenta de que acabo de tragar algo, pero ni
siquiera sé que es.
— Eso te tranquilizará —oigo una voz a
lo lejos que dice—. Eres mío. No lo olvides.
Alguien me levanta para cambiar las
sábanas, pero estoy como si fuera un zombie.
— ¿Qué me has dado? —digo mientras
siento como mi cuerpo se va relajando a la vez que me estoy excitando.
— Algo para que disfrutes —me dice
Johnson colocándome de nuevo en la cama.
No, no, no. Otra vez va a pasar.
Siento sus manos sobre mí, pero mi piel se siente caliente. Y en ese momento,
es como si mi corazón hiciera “clic”, y me pongo para el lado y empiezo a
vomitar. Echo todo lo que puedo y más. Oigo maldiciones a mi alrededor pero no
me importa. Veo una pastilla que ha caído con el vómito y no puedo dejar de
sonreír por ello. Tal vez tendré algo en mi sistema, pero no va a conseguir
drogarme. No.
— ¿Lo quieres a lo bestia, no? —Me
grita Johnson enfadado—. ¿Es así cómo lo quieres? Pues así lo vas a tener.
Entonces me da la vuelta colocándome
bocabajo. Unas manos me han aprisionado las mías. Sé que no son las de Johnson
porque está encima de mí, entrando en mi cuerpo y agarrándose a mis caderas.
Dejo de sentir, y me obligo otra vez a pensar en algo bonito, mientras ocurre
de nuevo. Cuando oigo que se ha liberado dentro de mí, entonces siento unos
latigazos en el culo. Me está azotando muy fuerte. Mis pequeños gruñidos se
vuelven gritos cuando el dolor por las picaduras es insoportable. De nuevo
siento como la sangre gotea, pero he aprendido a que me dé igual. Entonces,
Johnson se coloca delante de mi mirada. Y con voz cansada me dice.
— He pagado mucho dinero por ti, así
que vas a hacer lo que yo diga, pero creo que antes tienes que aprender una
lección para saber que no puedes desobedecerme. Te toca, Ray.
Entonces otro hombre se coloca sobre
mi espalda mientras el propio Johnson me agarra las manos y otras me aprisionan
las piernas. Es el segundo. Luego otra vez, los azotes. Luego un tercero pero
cuando acaba ya no hay más azotes. Entonces mi cuerpo deja de funcionar y me
dejo llevar otra vez a la oscuridad.
Han pasado días y ya no cuento las
veces que me han golpeado, me han azotado y violado. A veces
creo que incluso dejo de pensar en escapar porque ya no puedo más. Cuando estoy
a solas, ni las lágrimas me caen. Solo me queda pensar y sonreír por aquellos
momentos que tuve con mi hijo Ryan, que ahora está a salvo. Y pienso que pasar
por todo esto vale la pena por no haber dejado que le pasara él. Sé que Evan y
Sam le estarán cuidando. No puedo olvidarles tampoco. Mis pensamientos a veces,
en los momentos más duros, se vuelven hacia ellos, pensando en que cuando esta
pesadilla acabe, serán felices, no sé conmigo o sin mí, pero lo serán.
Ya no echo cuenta quien entra ni quien
sale de mi habitación. Me importa más bien poco.
— Kyle, eh, Kyle —me dice uno de los
hombres de Johnson con voz muy baja mientras deja la bandeja de comida en la
cómoda—. Pronto saldrás de aquí.
Y así se retira. Creo que es una treta
de Johnson a ver cómo reacciono o si le sigo el juego para intentar escapar,
así que ignoro lo que me ha dicho. A continuación me como todo lo que me ha
traído y me quedo allí, esperando que lleguen de nuevo mis violadores.
Así van pasando las horas y los días.
Yo sin saber cómo escapar porque mis ideas se ven mermadas por las drogas que
me dan. El hombre que me dijo que pronto iba a salir, va entrando y saliendo de
la habitación pero no me ha dicho nada más. Y Johnson cada vez está más
agresivo. Ya no tiene bastante con violarme una vez al día, ahora es hora sí y
hora también. Le he visto tomar algo para tener su polla en alce todo el rato.
No puedo vomitar porque cuando me drogan, me obligan a tragar, así que estoy
como en el limbo muchas veces.
De golpe oigo un tiroteo. Tal vez sea
mi imaginación. Johnson entra desesperado en la habitación. Me agarra del brazo
y con su pistola me apunta mientras salimos de la estancia.
— ¡Policía, alto! —grita alguien.
Pero Johnson empieza a disparar. Todo
es un caos. Las drogas no me dejan pensar adónde me tengo que dirigir ni qué
tengo que hacer. En un microsegundo recuerdo algo que me dijo Sam, “cuando haya
balas, tírate al suelo”. Logro quitarme del agarre de Johnson y me lanzo al
suelo. Me tapo los oídos pero la fuerza de los disparos hacen que no pueda
evitar oír los gritos, los disparos, las carreras. Y en un momento, silencio.
Un silencio sepulcral. Tengo miedo a levantar la cabeza y que todo siga igual.
Alguien se agacha a mi lado y con un
suave toque me dice.
— Kyle, se ha acabado. Se ha acabado.
Levanto un poco la cabeza y veo al
hombre que me había advertido días antes. Veo que ahora lleva una placa colgada
a su cuello. Entonces oigo unos pasos apresurados que llegan hasta a mí y que
me levantan.
— Kyle, Kyle, ¡Dios mío! —la voz
profunda de Sam hace que me dé cuenta de que es real.
Sin poderlo evitar, le abrazo
fuertemente con unos sollozos tan fuertes que hacen que me maree. El abrazo me
duele por cómo está mi cuerpo y tan solo me aparto un poco para decirle.
— Por favor, vámonos a casa.
Sam me acaricia la mejilla, asiente
con la cabeza. Me abraza por los hombros y me lleva hacia la salida. En cuanto
salgo por la puerta de esa casa, respiro fuertemente. Ahora ya estoy a salvo.
No he dicho nada en todo el camino, ni
Sam tampoco me ha forzado a hacerlo. Tengo que agradecerle que le haya dicho a
sus compañeros que haré una declaración mañana. Me lleva al hospital porque
tienen que hacerme un reconocimiento. Sé que allí le van a informar de todo lo
que me ha sucedido y no sé de qué manera actuar.
Llegamos allí, y veo que en la puerta
están tanto Evan como Ryan esperando. Sin haber acabado de bajar, siento unos
brazos que me envuelven y unos sollozos que me desgarran el corazón. Es Ryan
que no quiere soltarme.
— Papá, papá. Pensaba que no te iba a
volver a ver.
Yo no puedo evitarlo, y mis lágrimas
también caen, mientras veo como Evan se va acercando poco a poco. Cuando Ryan
logra apartarse, es sustituido por Evan que me abraza también fuertemente sin
decir ni una palabra.
Los tres me acompañan a la sala de
visitas. Les ruego que se queden afuera. En un principio protestan, pero el
médico les tranquiliza diciéndole que estoy en buenas manos. Y dentro de la
sala me hacen diversas pruebas. Pido que me hagan la prueba para las
enfermedades de transmisión sexual. Realmente estoy preocupado por eso, ya que
creo que no utilizaron condones. En cuanto a las otras lesiones, ni siquiera
quiero saberlo. Solo quiero irme a casa.
Cuando salgo, todavía están los tres
esperándome que me hacen preguntas con las miradas pero no contesto a ninguna.
Solo les digo lo mismo que le he dicho a Sam horas antes, “vámonos a casa”.
Nos dirigimos hacia Dallas, cuando veo
que el coche que conduce Sam no se dirige al centro, sino a casa de Evan. Me da
igual. Quiero descansar. No me dicen nada. Me acompañan a una habitación. Allí,
y sin quitarme la ropa, me estiran en la cama. Los tres, que sé que están
preocupados, salen de la habitación dejando que me duerma para que mi cuerpo y
mi alma se curen.
Ya he dormido unas cuantas horas y
aunque mis preocupaciones de lo que pasará ahora está ahí, me fuerzo a
levantarme y a enfrentarme a mi hijo y a mis fieles adicciones. Son mi familia
y pienso que estarán ahí pase lo que pase.
Salgo hasta el comedor donde están los
tres. Ryan en el sofá, con el móvil en la mano pero creo que ni siquiera lo ve.
Sam está sentado en la mesa comiendo algo y Evan está a su lado, leyendo.
Cuando oyen mis pasos, todos se levantan deprisa para venir hasta mí.
— ¿Qué tal estás? —Me pregunta Sam.
— Bien, he logrado dormir bastante —digo
mientras acabo de llegar a la mesa para sentarme en una silla flanqueado por
los tres.
— Es culpa mía —dice Ryan sin venir a
cuento.
Levanto la cabeza y vuelvo a
levantarme para ponerme a su altura.
— ¿El qué es culpa tuya? —le digo con
una sonrisa triste en la cara.
— Sea lo que sea lo que te han hecho.
Es culpa mía —vuelve a decir sin mirarme a la cara— Me escapé y te dejé allí.
— Ryan, yo te pedí que corrieras. No
quería que te hicieran más daño —le digo acariciándole el brazo.
— Podría haberme quedado. Habríamos
encontrado la manera de escapar los dos —me dice enfadado consigo mismo.
— No. Te habrían matado, Ryan —le digo
con pesar y volviéndome a sentar.
— Quiero saber la verdad —me dice con
determinación— ¿Qué te han hecho?
Me lo quedo mirando y luego miro a Sam
y a Evan, y veo que están esperando la respuesta los tres, pero no puedo
decirles todo lo que he pasado. Ya es suficiente con que yo lo sepa. Ellos no
tienen por qué saber nada.
— Quiero olvidar todo eso, por favor
—les suplico.
— Está bien —dice Evan con calma—.
¿Quieres desayunar?
— ¿Por qué no quieres explicarnos lo
que te ha sucedido? ¿Sabes siquiera cuántos días han pasado? —me pregunta Ryan
enfadado.
— No he tenido tiempo de pensar —digo
mirando a Ryan y luego giro la cabeza hasta mirar a Evan para decirle—. Sí, me
gustaría desayunar, gracias.
Sam le hace una señal con la cabeza a
Ryan y parece que este le hace caso porque deja de hacer preguntas para
volverse a estirar en el sofá con el móvil en la mano, pero sé que en vez de
mirar al aparato, me está mirando a mí de reojo.
Evan va hasta la cocina y vuelve a
salir con una bandeja, en donde hay un zumo de naranja, varias pastas, y pan
con mermelada. Con calma, voy comiendo todo lo que ha traído. Ahora sí
realmente tengo hambre. Pero mi desayuno se ve interrumpido cuando los
compañeros de Sam llegan a casa para que haga mi declaración. Sam les ha
convencido para que no tenga que ir a comisaría. Y ahora sí que no me voy a
librar. Les pregunto si puedo estar a solas con ellos, lo que provoca que Ryan,
Sam y Evan se enfaden fulgurosamente, pero no me importa. No quiero que
escuchen todas las barbaridades por las que he pasado y menos Ryan. Evan nos
lleva hasta su despacho y tras salir y cerrar la puerta, empiezo a explicar por
todas las barbaridades que he tenido que pasar. Veo los rostros de los policías
mientras explico cada una de las cosas acontecidas hasta que me rescataron.
Primero veo incredulidad, asqueo, horror. Pero asienten y van haciendo
preguntas muy concretas. Cuando acabo de explicar la historia, abren la puerta
para dejar pasar a mis fieles adicciones y a Ryan. Por la cara que ponen, me
doy cuenta, de que a pesar que no han estado allí dentro, han oído la conversación.
Las lágrimas de Ryan le delatan y los puños apretados tanto de Sam como de Evan
también. No dicen nada ni yo tampoco. Las palabras, sobran.
Los policías nos informan que Johnson
cayó muerto en el tiroteo junto con seis de sus hombres. Dos están a la espera
de juicio. Y me dan la noticia de que ya no hace falta mi testimonio. Han
conseguido levantar la red de trata de blancas. El policía que estaba
infiltrado acabó de conseguir toda la información que faltaba. Y con Johnson
muerto y el Club Duso en el olvido ya no hace falta que esté tan escondido. Igualmente, me informan que deberé permanecer con esta
identidad y que Denny Wheeler consta como muerto desde hace seis años. Por fin
ha acabado la pesadilla y suspiro con alivio.
Cuando los policías dejan la casa, mi
nerviosismo vuelve a mí como un maremoto, porque solo cabe una pregunta en mi
cabeza, “¿Y ahora qué?”
Como si hubiera oído mis pensamientos,
Evan dice:
— Ahora te quedas aquí durante unos
días, o semanas, hasta que te cures de todas esas heridas que tienes, para que así
puedas volver a dar clases sin tener que dar demasiadas explicaciones.
— Yo también me vendré aquí, para
ayudar —dice Sam en un susurro.
— Y yo, no quiero dejarte solo —dice
Ryan.
— No quiero que me dirijáis la vida.
Ya he tenido suficiente —digo aunque sé que estoy siendo duro y poco razonable—.
Voy a pensar donde voy a vivir y si quiero vivir con vosotros. Y tú, Ryan,
tienes que estar en el centro.
— ¡No quiero estar en el centro, si tú
no estás allí! —me grita.
— Tienes que estar allí, o tendrás
problemas y no queremos eso, ¿de acuerdo? —Digo tranquilamente—. Mirad, sé que
vuestras intenciones son buenas pero quiero que mi vida continúe y si cambio
las cosas, no lo conseguiré.
— ¿Qué quieres hacer? —me pregunta
Sam.
— Quiero que Ryan vuelva al centro,
que siga con su vida normal. No quiero que tenga problemas con el tutelar de
menores por no vivir ahí. Y yo me iré a un hotel por unos días, hasta que sane
un poco, luego veré si voy a vivir al centro o no, porque aunque haya pasado el
peligro, no quiero ver que el centro está envuelto dentro de noticias o algo
por el estilo —digo pensativamente.
— ¿Y nosotros? —me vuelve a preguntar
Sam.
— Ese nosotros no existe, Sam —digo
suspirando—. Cuando pasó todo esto, ya no estábamos juntos...
— No estábamos juntos porque estabas deprimido
por la muerte de Nate, pero ahora nos necesitas, Kyle. Por favor, déjanos estar
ahí para ti —me suplica Evan.
— No, ahora mismo no puedo Evan. Estoy
asqueado de mí mismo, no soporto casi ni miraros a los ojos —le digo sin
mirarle y cuando me atrevo a levantar la vista acabo diciendo—. Y es injusto
que os pida que esperéis a que esté bien, porque realmente no sé si lo voy a
estar.
— Entonces, ¿quieres dejarlo para
siempre? —me dice susurrando Sam.
— Sí, creo que cada uno debe andar su
camino, y yo no estoy en ningún camino de los dos. No me importa si vosotros
seguís juntos, pero yo no puedo y no creo que pueda jamás —les digo ya con voz
cansada y entrecortada.
— No vamos a poder convencerte de lo
contrario, ¿no? —me pregunta Sam.
Niego con la cabeza porque no
encuentro mi voz para responderle. Sé que estoy siendo injusto y tal vez
tendría que apoyarme en ellos, pero mi alma está rota por todos los lados y no
voy a poder aguantar su cara de lástima y compasión durante el resto de
nuestras vidas.
Cuando me doy cuenta, estoy solo en el
comedor. Ryan tarda unos minutos en aparecer de nuevo con su mochila a la
espalda, y ni siquiera se despide cuando sale de la casa. El portazo me indica
que realmente está enfadado.
Sam sale segundos después con una
maleta, que me doy cuenta de que es la mía.
— Cuando supimos que te iban a
rescatar, trajimos algunas cosas tuyas aquí —me da esa simple explicación—.
Vamos, te llevo al hotel. Ya he llamado a uno que no está muy lejos del centro,
así puedes acercarte allí, aunque es mejor que no lo hagas todavía. Vamos.
Busco a Evan con la mirada, pero no
aparece por allí.
Me voy de su casa resignado, pensando
que las tres personas que más quiero están enfadados conmigo y con razón, pero
no puedo evitar sentirme como me siento. No quiero preocuparles más de lo que
ya están, y conmigo alrededor solo conseguiría eso. Los abrazos que me dieron
me gustaron, pero de momento solo podría darles eso, porque me siento sucio por
dentro. Me digo a mí mismo que no es mi culpa, pero no puedo evitar sentir como
mi cuerpo no me pertenece. Quiero borrar todas las huellas que esos depravados
dejaron en mí, y estando con ellos, tengo miedo de mancharles también el alma,
tal como la tengo yo.
El camino hacia el hotel se está
haciendo eterno porque ni Sam ni yo decimos nada. Cuando llegamos, me ayuda a
registrarme y a llevar la maleta hasta mi habitación. Me da una mirada que sé
que es de amor, me acaricia la mejilla y con un suspiro, sin decir nada, se da
la vuelta para salir de allí. Y yo me quedo solo, en medio de aquella
habitación desconocida. Me estiro en la cama, y dejo que el sueño me lleve. Tal
vez consiga apagar mis pensamientos por unas horas más y volver a sentirme
persona de nuevo.
Mis pesadillas me despiertan. Miro el
reloj y veo que es de madrugada. Me levanto hasta el baño, y decido que
ducharme es la mejor opción en ese momento. El agua caliente me ayudará a
aguantar el dolor que cada vez más se nota en mi cuerpo. Cuando estoy allí,
bañándome, mis manos empiezan a temblar. Me tengo que aguantar en la pared para
no caerme. No se tiene que ser muy listo para saber lo que me está pasando. Es
la abstinencia de las drogas que me han estado dando. Pero tengo que superarlo
y no sucumbir para tomármelas de nuevo. El doctor me ofreció unas pastillas
para ayudarme a superarlo porque me advirtió que eso podía pasar. Cuando logro
controlar mi temblor un poco, salgo de la bañera y me seco cómo puedo. De la
maleta, saco ropa limpia y me la pongo. Pero el temblor se ha acrecentado otra
vez, así que como si un resorte se tratara, me voy hasta la esquina de la
habitación, que la pongo a oscuras, y me arrodillo cogiéndome las rodillas y me
mezo a mí mismo. Me digo que todo pasará, que todo pasará. Y estoy así mucho
tiempo, porque cuando vuelvo a levantar la cabeza, los rayos de sol entran a
través de las cortinas. Miro el reloj de nuevo y veo que es casi a mediodía. Ni
siquiera he tenido hambre. Me obligo a levantarme de la esquina, asearme e ir a
tomar algo para desayunar, aunque tengo el estómago hecho un revoltijo.
Salgo a la calle y respiro el aire de
la ciudad. Le doy la bienvenida con una sonrisa porque aunque tengo problemas,
la libertad que siento es para adorarla. Mientras me acerco al café de la
esquina, veo a Ryan sentado en un banco del parque que hay cerca. Decido
acercarme hasta allí.
—
Hola Ryan — le digo con una sonrisa.
—
¿Te arrepientes de querer ser mi padre? —me suelta de buenas a primeras.
—
¿Qué? — Pregunto sorprendido—
¡No, claro que no!
—
¿Por qué no quieres que esté contigo, que te ayude? — Me dice con
lágrimas en los ojos.
—
Ryan, quiero que estés conmigo, pero no soy tu tutor legal, y podemos
meternos en muchos líos si dejas el centro —intento razonar con él y que
entienda que se tienen que hacer las cosas bien.
—
Pero tú necesitas que te ayuden... —me dice Ryan mirándome con suspicacia—.
No me mientas, te escuché, y sé lo que te hicieron...
—
Ryan, ahora lo que necesito es volver a mi vida normal, y necesito que
tú me ayudes a no meterte en líos —le digo sin querer hablar más de lo que me
ha sucedido a mí.
—
¿Por qué no intentas ser mi tutor legal? — Me pregunta Ryan mirándose
los pies.
Me lo quedo mirando, y mi cerebro
empieza a pensar que antes no lo había intentado por el tema de la protección
de testigos, pero tal vez ahora lo conseguiría. Sé que estamos en una
diferencia de edad muy cerca, pero tal vez, Pat pueda ayudarme un poco. Hablaré
con ella. No se lo quiero pedir a Sam, porque no puedo sacarlo de mi vida y
pedir su ayuda cuando a mí me convenga. No sería justo.
— Está bien. Déjame hablar con los abogados del
centro, a ver qué dicen —le digo—. Voy a desayunar, ¿quieres venir?
Asiente con la cabeza mientras nos
encaminamos hacia la cafetería. Allí, sencillamente pido un café y una pasta,
que no puedo acabármela, aunque Ryan se ofrece a comérsela por mí. Y yo me
alegro que al chico no se le haya quitado el hambre. Quiero hablar con él de su
secuestro porque quiero saber que nada malo le sucedió mientras estuvo con el
degenerado de Johnson.
—
Ryan, ¿tú estás bien? — le pregunto mientras le pongo una mano encima de
la suya.
Me mira con ojos tristes y se encoge
de hombros, pero no me dice nada, e insisto.
—
¿Esos hombres...? —no puedo seguir diciendo nada más porque mi voz se
quiebra esperando una respuesta.
Parece que Ryan entiende porque ahora
es él quien me pone la otra mano encima de la mía, y me mira a los ojos
mientras se sincera conmigo.
—
Al principio tuve mucho miedo, porque el cabrón ese me decía cosas
pervertidas, cosas que iba a hacer conmigo por ser rubio y de ojos azules.
Luego, como yo no le hacía caso, empezó a pegarme un poco. Al principio me
resistí, pero vi que era mejor estarse quieto porque así me pegaba menos.
Mientras me daba los golpes, me decía cosas... cosas sobre ti. Muchas veces
quería decirle que era un jodido cabrón, pero sabía que era mejor que me
estuviera callado — le dejo proseguir con la historia y que se desahogue—. Luego, cuando me dijo que por fin, ibas a
caer en sus manos, volví a tener miedo, pero no era por mí, sino por ti.
En este momento pienso que para ser un
chaval que ha vivido en las calles, y ha sobrevivido a un montón de
calamidades, es un chaval maduro, inteligente y protector. Me doy cuenta de que
me quiere mucho y que no puedo fallarle. Es mi hijo y tal vez sea el apoyo que
necesito para salir del pozo donde estoy metido.
—
Ryan, yo también pasé mucho miedo. Tenía pavor a que te pasara algo...
-y decido confesar un poco—. Me han hecho barbaridades y sé que necesito ayuda,
y me gustaría que fueras un apoyo para mí. Eres mi hijo y eres joven, pero has
vivido más que los demás, y puedes entender ciertas cosas. Voy a luchar, voy a
luchar por nosotros.
Ryan se levanta de golpe y se viene a
mi lado para abrazarme fuertemente mientras nuestras lágrimas caen. Tal vez sea
un drama de cara a los demás, pero ese abrazo vale más que todo el oro del
mundo junto. Cuando nos volvemos a sentar, nos sonreímos.
—
Voy a recuperarme y cuando esté bien, vamos a luchar por tu adopción y
lo vamos a conseguir —digo con determinación.
Veo vulnerabilidad en su mirada cuando
me dice.
—
¿Y Evan y Sam?
—
Evan y Sam estarán bien —le digo sin querer ahondar más en el tema.
—
Ellos te quieren —me dice poniéndome otra vez la mano encima de la mía—. No sabes lo que llegaron a sufrir mientras no
te encontrábamos.
—
Ya lo sé Ryan, pero ahora no puedo pensar en tener ninguna relación —doy
un suspiro y agrego—. Estoy roto, roto por dentro. No soy el mismo. No puedo
soportar que alguien me toque de manera sexual, por no hablar de las drogas que todavía me están
jodiendo.
Me doy cuenta que en cuanto he dicho
eso, no lo tenía que haber dicho porque Ryan se tensa enormemente.
—
¿Estás tomando algo para dejarlas? —me pregunta.
—
No. Eso es lo malo, el mono me controló anoche y fue aterrador. No
quiero que nadie esté ahí cuando me pase eso —digo convenciéndome a mí mismo
que solo estaré mejor.
—
Si yo tengo que permanecer en el centro, ¿quién te puede ayudar sino? —
me dice Ryan casi enfadado—. Por favor, papá, deja que te ayuden.
Da un suspiro y sigue hablando.
—
Ya sé que yo estaba en su contra, pero fueron un apoyo para mí tras tu
secuestro. Me ayudaron en todo y estuvieron a mi lado —me dice mirándome a los
ojos—. Ya sé que Evan es mi padre biológico, pero estuvo ahí como un gran
amigo, y les tengo que agradecer. Los he podido conocer un poco, y no puedo
pedir otras personas para ti.
—
Ryan, ahora no puedo —le digo con voz muy baja.
—
Está bien —me dice con tristeza—. Pero si te encuentras mal, me llamas o
llamas a Anne, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza, sonriéndole. Y esa
última frase me parece una amenaza, diciéndome que no se apartará. Seguimos
comiendo nuestro desayuno hablando de la ciudad y del colegio hasta que me doy
cuenta de que ha pasado el rato y que Ryan se ha perdido las clases, pero no me
atrevo a decirle nada. Sé que también necesita tiempo para superar todo lo que
nos ha pasado y se lo voy a dar.
CONTINUARÁ...
¡NOS VEMOS PRONTO MIS LECTORES!
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